El
noctámbulo
Informativo amplio
Edición Domingo Hoy 26 de AGOSTO
de 2.018 nº 31 Precio: 2 reales
SUMARIO
1. TESTIMONIO DE VIDA, por Juan Quintín
2. DESEMPEÑO Y LUCHA, por Sir Lewis Wooster
3. BAGATELAS POLITICAS Receta filosofal, por Inés España
4. ESQUINA SUR: MÚSICA “El Tango
capitulo primero”, por Julia Blanc-sec
5. ESQUINA NORTE: LIBROS “Silencio en
Milán” por Julia Blanc-sec
6. ESQUINA OESTE: CINE “Hotel Salvador” por Julia Blanc-sec
7. DESTELLOS DE MI MUNDO, por Marta Díaz
8. LEYENDAS URBANAS, por El Matritense castizo
9. AL DIRECTOR QUE LE DEN
10.
TESTIMONIO
DE VIDA
LA
ALEGRE ADOLESCENCIA VI
Por Juan Quintín
Empecé mi vida deportiva pegando patadas a un
balón, mejor dicho una pelota que se pinchaba fácilmente y que normalmente era
surtida por el hijo rico de la clase. En los recreos, todos los cursos
compartíamos el campo de futbol que se parcelaba en numerosos campos reducidos
para jugar cada una de las secciones de los cursos.
La única regla era patadón y p´alante. Si
destacabas podías pasar al equipo del Instituto en algunas de sus categorías y
pelear, que no jugar, contra el Colegio del Pilar u otros.
Me especialicé de portero pero tuve una vida
efímera. Acabó cuando un mayorcete me tiró un penalti con tal potencia que me
incrustó en la valla que cerraba el campo y que delimitaba mi portería. Este
dolorido avatar se unió a dos experiencias anteriores que me impresionaron. Una
fue como se hinchaba por momento la parte del cuello bajo la nuca de mi
compañero García Paredes al que le propiné un soberbio puñetazo al saltar, en
mis deseos de despejar un córner. (García Paredes era además defensa de mi
equipo) La otra experiencia sucedió al tirarme a los pies del delantero
contrario y recibir una patada en el labio superior. En la enfermería me lo
curaron con algún punto tan eficaz que me selló la boca por una temporada, en
la cual viví una dieta de líquidos absorbidos por la comisura mediante un
macarrón. Entonces el maldito plástico no había aparecido y las pajitas
naturales se atascaban con el alimento. La solución parece buena, salvo que con
el calor del líquido el macarrón se ablandaba y perdía su correcta orientación.
Tal vez no fueron solo estas experiencias
negativas, ya que en el Ramiro se jugaba y mucho al baloncesto. Podría decir
que jugué en el ESTUDIANTES pero sería mentira. No pasé de pelotazos al aro
desprovisto de malla.
Entre futbol y baloncesto nos entreteníamos con juegos consistentes en correr como locos
delante de alguien que te perseguía para hacerte maldades, como una llave de
lucha romana ya que no sabíamos que había algo llamado judo.
Otro deporte era una barbaridad llamado “El
Burro”. Los de un equipo, normalmente siete o nueve, formaban una fila
agachándose e introduciendo la cabeza entre las piernas del compañero de
delante. Los del otro equipo saltaban impulsando su cuerpo al poner las manos
en las posaderas del último de la fila. El truco era saltar e intentar dejar el
sitio para los compañeros siguientes, de manera que cabalgasen el mayor número
posible sobre los sufridos agachados. Ganaba el equipo de arriba si los de
abajo se desmoronaban por el peso
Creo que este entretenimiento no tiene hoy día mucho que ver con las maquinitas y los comecocos
El ESTUDIANTES está asociado al Ramiro desde
sus inicios. Su escudo es similar al escudo del Ramiro y su color es el azul
del mismo. Fue escalando divisiones
hasta llegar a primera división, en la que se mantiene con mayor o menor
fortuna.
Fue, y es cantera de muchos deportistas de
élite, muchos de ellos de la formada por las aulas del Ramiro.
En esos almuerzos mensuales que he referido se
comentan partidos y jugadas, y algunos de los comensales han sido o son de la
Junta Directiva.
El Jefe de estudios del Ramiro era Don Antonio
Magariños, impulsor del equipo y que imprimió carácter a todas las promociones
del Instituto. Asociado a un pito muy sonoro, no te permitía tirar un papel al
suelo y terciaba con justicia en las peleas. El castigo por los papeles, aparte
de llevarlo a la papelera y por el camino recoger otros si los hubiera, podría
subir hasta quedarte sin cine el sábado. Las peleas, además del cine podían
costarte unos días de descanso en casa, precedidos de una atenta nota para tus
progenitores.
Mi curso, el C, le regaló por suscripción
popular un pito de plata, entregado el día de la fiesta del Instituto en el transcurso
de un partido de futbol entre profesores y alumnos. De todas formas seguimos
recogiendo papeles, una aptitud que sigo practicando. (En el debido contexto
del tiempo, hay que pensar que por entonces los bares y tabernas estaban
alfombrados de papeles)
El pabellón actual del Estudiantes lleva su
nombre
https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Magariños
Su magisterio despojado totalmente de matices políticos y
centrado en la enseñanza rigurosa de la legua latina que amaba, dejó una amplia
huella en muchas generaciones que a día de hoy le recuerdan. En el 50
aniversario de su muerte se celebró un merecido homenaje a su figura. (Wikipedia)
DESEMPEÑO Y LUCHA
LA GUERRA DE LOS 35
AÑOS III
Por Sir Lewis Wooster
En aquel polémico artículo sobre el cemento
que escribí nada más incorporarme a las filas cementeras, describía mi
impresión de novato de que una fábrica de cementos me parecía algo incongruente
y en demasía gigantesco. Todo ello para machacar piedras, reducirlas a polvo a
base de golpes con bolas de acero, formar bolitas de polvo y agua, secarlas y
quemarlas con temperaturas superiores a 1.500ºC para luego enfriar las piedras
obtenidas, denominadas clinquer, molerlas hasta hacerlas polvo, añadir yeso y
otros productos y obtener algo gris, polvoriento que, con agua y si no las
retirabas a tiempo, el malvado fraguado podía pillarte las manos.
O sea
un despropósito visto serenamente
Imaginaros si con esta aprensión me ordenan
que me entere y haga lo posible para que el polvo gris sea blanco.
Don Augusto había contactado con un
ingeniero belga que había practicado el noble deporte de hacer cemento blanco
en Egipto. Ignoro los resultados.
Mi cometido era acompañar al señor ingeniero
y asumir, como un papel secante de los antiguos, su ciencia infusa, así como asistir a las reuniones técnicas de
Don Augusto con su conocido.
Le recogí en Barajas y le llevé hasta la
fábrica de Guadalajara. Hecho que repetí desde, o hacia su hotel en los días
siguientes.
El buen belga era con perdón un coñazo épico
El truco del blanco es enfriar el clinquer,
que sale del horno a más de 1.000ºC, pero muy rápidamente para conseguir una
vitrificación urgente que pueda cambiar su estructura y volverla cándida y
blanca, como el alma de una doncella de las de antes.
Dicho así parece fácil pero lo que no me
esperaba era tener que desempolvar mis conocimientos de cálculo infinitesimal,
volver a las integrales y a las leyes de la termodinámica y de fluidos, al
objeto de diseñar unas balsas con agua.
En ellas caería el clinquer, organizándose
una sauna industrial con el vapor desprendido. Una cadena de anchos eslabones,
situada en el fondo de las balsas, arrastraría el clinquer, extrayéndolo de la
balsa y depositándolo mansamente en el suelo formando artísticos montones.
Pero intentar combinar temperaturas,
cantidades de reposición de agua fría para sustituir las pérdidas por vapor, la
profundidad del agua y por tanto sus gradientes de temperatura, la velocidad de
la cadena para lograr el tiempo justo de enfriamiento y que no se empapara el
clinquer, ya que se lleva mal con el agua, teniendo además en cuenta el tiempo
y las festividades locales, nos obligaba a dilatados y complicados cálculos sin
la ayuda de un PC que entonces no eran muy conocidos.
Si aguanté aquello aguanto, incluso a mi
edad, lo que me echen.
Entendí aquello del estoicismo de mi gente
inglesa y no perdoné a los belgas lo de Dunkerque
Mi consumo de gintonic se acrecentó
exponencialmente. Al señor belga le encantaba el cabrito, con perdón, de
Jadraque.
En servilletas grasientas escribía una y
otra vez integrales.
Se fue el belga y heredamos una instalación
al lado de la cual había que estar en los momentos de producción con la regla
de cálculo, un termómetro y un traje de Pescanova.
Al final el hornero, hispánico, bajito y con
boina, manejaba el cotarro a ojo de buen cubero, liberándome de reglas y
termómetros.
El clinquer obtenido, vítreo con
iridiscencias verdosas, una vez molido por la maldita costumbre de machacar
todo, ahora con bolas de cerámica, daba origen a un buen cemento blanco muy
apreciado en zonas del Sur y exportable a los países árabes
En los capítulos
siguientes me detendré en esta fábrica de Guadalajara, la más peculiar de todas
las que tenía la Empresa. En ella viví episodios que raramente tenían que ver
con el cemento.
BAGATELAS POLITICAS
LA
RECETA FILOSOFAL
Por
Inés España
Pesa
sobre mí la amenaza del señor director, de bajarme el estipendio de mi
colaboración si tiño mi columna de cualquier matiz o colorín político.
Supongo
que no me tendrá en cuenta si traigo a la misma una bagatela, pronunciada de
forma rimbombante el pasado 20 de agosto por el señor Maduro
Al
fin y al cabo esta columna es para
bagatelas
Explicando
a los venezolanos la posible solución para los males económicos que les hace
sufrir, les dijo que tenían la solución ya que habían llegado a concebir la
fórmula salvadora y que esta era:
“Cero mata a cero”
Con
su aplicación inmediata Venezuela sería la mayor potencia económica y se
aplicaría a todos los países para lograr una economía saneada
Catedráticos
de Harvard y estudiosos de Chicago, intentan analizar esta receta filosofal y
el tipo de alquimia que la haga efectiva.
Para
mayor despiste, un viceministro económico leyó a continuación un informe
económico en el que aseveró que un trabajador bolivariano de una pizzería
trabaja 8 horas diarias, cada uno de los cinco días de la semana, lo que hace
totalizar su productividad en 800 horas mensuales.
El
desconcierto mundial es entendido. Con fórmulas y cálculos como estos no hay
economía que se resista.
Todo
lo anterior podría ser un chiste pero resulta que
son palabras que caen sobre un millón de desplazados y sobre un pueblo que
asiste a una hiperinflación de un millón por ciento.
No
parece que sea momento de bromas
Separata cultural Edicionconjunta El noctambulo de Hoy 26 de Agosto de 2.018 nº 301 Precio: 2 reales
ESQUINA SUR: MÚSICA
Por Julia Blanc-sec
Nuestra colaboradora Madame Julia Blanc-sec, se
ha ofrecido a publicar en tres capítulos sus impresiones sobre un género
musical, antiguo pero sensible para muchas mentalidades, independientemente de
su edad
Serán tres capítulos y para no romper su
ilación los publicaremos en números sucesivos
Tango, capítulo primero: “El último
café” (Roberto Goyeneche)
El tango, dijo el sabio Enrique
Santos Discépolo, su máximo creador, es un
pensamiento triste que se baila. Ese pensamiento triste lo llevaron a
las dos orillas del río de La Plata aquellos emigrantes del primer tercio del
siglo XX que salieron de Europa con intención de comerse el mundo al otro lado
del Atlántico y que, escribe Ernesto Sábato en “Antes del fin”, en su mayoría
encontraron otro tipo de pobreza, causado por la soledad y la nostalgia, porque
mientras el barco se alejaba del puerto veían como sus madres y sus novias “se
desvanecían hacia la muerte, ya que nunca los volverían a ver”. De ese irremediable
desconsuelo nació la más extraña canción que ha existido y que en sus orígenes
cuenta historias de hombres y mujeres, de amores frustrados, de celos y
engaños, de venganzas, recuerdos y olvidos.
La música se perfeccionó el día
que un marinero, puede que holandés y seguramente errante, apareció con un
bandoneón en alguna esquina de Buenos Aires. El baile lo inventaron los y las
“tristes” –lumpenproletariado, bacantes de falda rajada y macrós de chaqueta
ajustada y pañuelo blanco al cuello- que se agarraban con fuerza para pisotear
nostalgias y abanicar melancolías en las baldosas blancas y negras del piso de un bailongo de
arrabal, con la fachada cubierta de madreselvas en flor y el caminito a ninguna
parte terminando en el mar.
“El último café”, letra de Cátulo
Castillo y música de Héctor “Chupita” Stamponi, pertenece al género de tango-canción que
popularizó Carlos Gardel en los años 1930 y Roberto Goyeneche (“el polaco
Goyeneche”) elevó a la categoría de sublime una década más tarde. Es un tango
clásico, cuenta una historia casi completa; lo que falta en la fábula corre a
cargo del oyente o el bailarín.
El poeta Cátulo Castillo nació en
1906 en Buenos Aires, hijo del anarquista español José González Castillo, quien
estuvo a punto de acabar con el empleado del registro civil que se negó a
inscribir al niño con el nombre de Descanso Dominical. Finalmente optó por
llamarle Ovidio Cátulo: Ovidio por el poeta romano desterrado por César Augusto
y Cátulo por el poeta rebelde que se enfrentó al emperador.
El compositor Héctor “Chupita”
Stamponi nació en 1916 en la localidad italiana de Campana y desembarcó en
Buenos Aires veinte años más tarde, junto al poeta Homero Expósito y el
violinista Enrique Francini, que también forman parte de la historia del tango.
Roberto “polaco” Goyeneche, una
de las voces con mayúscula de la tradición del tango, nació en 1926 en el
barrio porteño de Saavedra -donde una calle lleva su nombre- en una familia de
origen navarro. Apodado “el polaco” por el color claro de su pelo, desde muy
joven frecuentó los cafés y cabarets donde se refugiaban los artistas de la
segunda generación del tango. Llegó al mundo de los grandes del género tras
ganar un concurso de voces nuevas, aunque pasarían años antes de que pudiera
grabar su primer disco; hasta entonces fue chófer en el colectivo de la línea
19, taxista y mecánico. Amante del fútbol, siempre hincha fiel del club
Atlético Platense.
Cuando saltó el charco en sentido
inverso, y fue aclamado en el Teatro Chatelet de París, los críticos le llamaron
“Gardel reencarnado” y “arquetipo de la última estirpe de bohemia porteña”: el
manejo de los acentos y los silencios, y el arrastre de algunas palabras o el
susurro intimista de un verso le convierten en un vocalista irrepetible,
imposible de ser confundido con ningún otro.
En Youtube, una internauta ha
escrito debajo del vídeo de la canción: “Me lloré toda…”
El último café
Llega
tu recuerdo en torbellino
Vuelve en el otoño a atardecer
Miro la garúa, y mientras miro
Gira la cuchara de café
Vuelve en el otoño a atardecer
Miro la garúa, y mientras miro
Gira la cuchara de café
Del
último café
Que tus labios con frío
Que tus labios con frío
Pidieron esa vez
Con la voz de un suspiro
Con la voz de un suspiro
Recuerdo
tu desdén
Te evoco sin razón
Te escucho sin que estés
Lo nuestro terminó
Dijiste en un adiós
De azúcar y de hiel
Te evoco sin razón
Te escucho sin que estés
Lo nuestro terminó
Dijiste en un adiós
De azúcar y de hiel
¡Lo
mismo que el café
Que el amor, que el olvido!
Que el vértigo final
De un rencor sin porqué
Que el amor, que el olvido!
Que el vértigo final
De un rencor sin porqué
Y allí,
con tu impiedad
Me vi morir de pie
Medí tu vanidad
Y entonces comprendí mi soledad
Sin para qué
Me vi morir de pie
Medí tu vanidad
Y entonces comprendí mi soledad
Sin para qué
Llovía y te ofrecí, el último café.
ESQUINA NORTE: LIBROS
Por
Julia Blanc-sec
Silencio en Milán: fragmentos
de recuerdos de una ciudad que ya no existe
«I più bei giorni
della mia vita cominciarono in questa città i primi di novembre. Sono trascorsi
da quella data vari anni, e con essi è trascorsa la mia breve giovinezza e la
sua felicità». (Los días
más hermosos de mi vida comenzaron en esta ciudad a principios de noviembre.
Desde aquella fecha han transcurrido varios años, y con ellos han transcurrido
mi breve juventud y su felicidad)
[Anna Maria Ortese, Poveri e semplici]
Yo conozco “la Milano” de Ana María Ortese
(1914-1998), ese Milán que, en los primeros años ’60, arrastraba todavía las
secuelas de una guerra y una posguerra. Yo conozco esa estación central con
pretensiones “asirio-babilónicas” (“Solo
juntando varias imágenes de libros de
geografía y de historia, apenas deteriorados, y varios aspectos de los
monumentos y de las más intensas y salvajes soledades del mundo; solo
recordando aquí un templo indio, allá un osario azteca, así como alguna tumba
egipcia y un triste blancor romano, podremos formarnos un a idea de la
fachada”), yo he visto a esa gente deambulando sin meta por calles de
edificios sucios mientras espera que suene la alarma que le indique que debe
regresar al sur. Yo he estado en esos cafés angostos para pobres, apenas una
barra en la entrada que casi llega hasta la calle y el mostrador de venta de tabaco.
Yo he caminado
junto al Naviglio Grande quitándome
mosquitos a manotazos. Yo he comido en trattorias minúsculas donde era la pasta del día, o nada. Yo estuve
en todos los Corsos, al final de los cuales se vislumbraban imponentes
edificios de piedra gris mussoliniana, en las calles sin salida, en los
“condominios”, en las habitaciones en penumbra, en los pensamientos y los
sentimientos en sordina de los protagonistas de Silencio en Milán, una obra menor escrita a modo de sucesivos
reportajes sobre aquella ciudad que treinta años más tarde se transformaría en
un grito de referencia de la moda y el diseño de vanguardia (este es el momento
de decir que detrás de la vanguardia de la modernidad milanesa, en el reverso
de esos escaparates del lujo y el progreso, hace nada seguían estando los
apartamentos familiares, nunca excesivamente luminosos, donde la mamma o la nonna continuaba amasando pasta fresca cada día). El “gran Milán”
no es otra cosa que lo que han dado de sí aquellas familias que hace un siglo
emigraron al norte en pos de un obrero metalúrgico, un mecánico del automóvil o
un campesino que buscaba dar un giro de 360 grados a su vida).
Basta ver una
fotografía de hace cincuenta años para comprender de golpe cuanto han cambiado
las cosas. En Milán y en todo el mundo. Yo estuve allí en el salto de una
década a otra, 1960/1970, conocí a
aquellos comunistas bizarros que bautizaban a sus hijos, charlé con aquella
gente llegada “da Napoli in giù” (de Nápoles hacia abajo), personas anónimas y
un poco perdidas hechas de cansancio,
sueños y esperanza, siempre moviéndose, siempre en busca de la propia identidad
(“el mar humano, la respiración profunda
de Milán”).
Las posguerras
tienen esa virtud: que te cargan de fragmentos de recuerdos y sería un pecado
que se perdieran para la posteridad. Ana MariaOrtese (1914-1998), periodista,
escritora, narradora de los momentos insignificantes más próximos al
neorrealismo de Milagro en Milán que
de los posteriores seriales televisivos, cuentista de quienes viven al margen
del éxito, ignorados detrás de la imagen brillante del éxito y el bienestar,
escribió en las páginas del semanario L’Expresso
las vivencias de Silencio en Milán y
las publicó después, en forma de libro, en 1958.
Ya no existe la
ciudad de Silencio en Milán, no
existen aquellas personas ni aquellos momentos, silenciosos ambos, a los que
Ana María Ortese puso voz: las familias recién llegadas de los inmigrantes, los
trabajadores de los tres turnos de una industria que se autopropulsada, las
personas que ni siquiera sabían lo que buscaban, el viejo profesor, la puta sin
clientes, los pequeños delincuentes del reformatorio, el aristócrata mecenas y
arruinado, personajes de un país
envejecido por la guerra, un poco incivil y muy hambriento. El silencio del
Milán que caminaba a paso de gigante hacia el desarrollo era el silencio de la
pobreza, de los marginados, de los locos, de la ciudad que aleja a sus
habitantes “para terminar confinándoles
en periferias cada vez mayores, todas tristes, todas iguales”.
Casi veinte años
después de su muerte se reeditó en Italia la obra de Ana María Ortese,
aquien la crítica internacional sitúa a
la altura de Elsa Morabnte, Virginia Wolf o Katherine Mansfield. He buscado, y
las grandes distribuidoras españolas tienen otros dos títulos de la Ortese en sus catálogos: “El
colorín aflido” y “El mar no baña Nápoles” (Il
mare non bagna Napoli), con el que ganó el prestigioso Premio Viareggio en
1953. En sus 84 años de vida escribió cerca de treinta libros.
Editorial: MINUSCULA
Colección Paisajes narrados
Traducción de César palma
ISBN: 9788495587879
Barcelona, 2012
170 páginas, 13,30 €.
ESQUINA OESTE : CINE
Por Julia Blanc-sec
"Hotel Salvación ", comedia fúnebre a orilla del
Ganges
En contra de lo que pudiera pensarse, "Hotel
Salvación", primera película del indio Shubhashish Bhutiani, no es una
película sobre el final de la vida sino sobre nuestra condición de mortales, a
través de un viaje a la ciudad sagrada de Benarés, actualmente Vârânasî, y las
diferentes percepciones que tienen del mundo y las tradiciones tres
generaciones de una misma familia, cuando el abuelo decide cumplir con la
tradición hindú de acudir a Benarés para morir a orillas del Ganges. Una
comedia, en cierta medida macabra, pero alegremente macabra.
En Benarés, una de las ciudades más antiguas del mundo y asociada a la espiritualidad, el misticismo, el yoga y la medicina Ayurveda, se encuentran los hoteles de la salvación, donde todo aquel que lo desee puede alquilar una habitación durante 15 días con la esperanza de morir allí y liberarse del Samsara, o ciclo de las reencarnaciones. Una vez pasado ese tiempo, si no se ha muerto debe dejar el sitio a otros huéspedes.
En Benarés, una de las ciudades más antiguas del mundo y asociada a la espiritualidad, el misticismo, el yoga y la medicina Ayurveda, se encuentran los hoteles de la salvación, donde todo aquel que lo desee puede alquilar una habitación durante 15 días con la esperanza de morir allí y liberarse del Samsara, o ciclo de las reencarnaciones. Una vez pasado ese tiempo, si no se ha muerto debe dejar el sitio a otros huéspedes.
Daya, un anciano ex profesor, siente que ha
llegado su hora y quiere trasladarse a Benarés para morir allí y salvarse. Su
hijo Rajiv le acompaña a regañadientes, dejando su trabajo y su familia
precisamente cuando su hija Sunita está a punto de contraer matrimonio.
Llegados a la ciudad santa, padre e hijo alquilan una habitación en el Hotel
Salvación. Allí conocen a gente divertida, estrambótica, a filósofos y
resignados…Daya se divierte redactando necrológicas,
entre otras la suya, y siguiendo el vuelo de las almas libres que abandonan los
cuerpos. Pero pasa el tiempo y no
parece que Daya esté al borde la muerte. Esos días de espera sirven para que
los espectadores asistamos a ceremonias fúnebres y fiestas rituales, y para que las dos generaciones se
conozcan mejor, el hijo abandone sus reticencias y ambos acaben comprendiéndose
y reconciliándose.
“Hotel Salvación” es, no puede
negarse, una película dulce y amarga, cómica y sentimental, triste pese al tono
optimista de muchas situaciones; una mirada risueña sobre la muerte, y realista
sobre las vidas paralelas de los dos hombres, a lo largo del trayecto: mientras
Daya cumple los rituales que marca la tradición, Rajiv no cree en ellos.
Con
delicadeza, y enfrentando los problemas de la India contemporánea -un país que
se encuentra entre los que encabezan la cuarta revolución industrial, la de la
tecnología- con el tiempo suspendido en
Benarés, el joven realizador de 27 años
intenta mostrar de paso la transición que se está operando en el subcontinente
habitado por más de 1.300 millones de personas.
Trailer:
https://www.youtube.com/watch?v=ih_tZudvZ_4
DESTELLOS DE MI MUNDO
Por Marta Díaz
PAZO DE MEIRÁS, LA CORUÑA
Pensamos entre
todos qué nos gustaría que el Pazo pueda ser un museo, para los estudiantes, para los discapacitados
intelectuales y para todo el mundo.
Así
aprenderíamos algo más de esa Historia qué sé está perdiendo.
LA NAVIDAD
¡Qué rápido
pasan los meses! ¡Ya tenemos Las Navidades encima!
Lo más
importante de ellas estar con los familiares, amigos,….
Con las
personas mayores, para qué no estén
solas.
Con ellas
siempre nos parecen las Navidades como una anticipada despedida esperada.
AL DIRECTOR QUE LE DEN
Sr.
Juan Quintín
Si me permite y con
el debido respeto le diré que es Ud. un merluzo al confundir el nombre del
DODGE BARREIROS y poner un DODGE BARRIENTOS que rechina a los que fuimos
felices usuarios del maridaje gallego norteamericano
Tal vez como me
comenta un buen amigo común tuvo, señor Juan, un subliminal despiste natural a
su provecta edad.
El
lector número cinco y último
Leyendas Urbanas
Una de las leyendas más
antiguas de Madrid se refiere a cuando un soldado cristiano, en la conquista de
la ciudad, trepó por una de las torres de la muralla de la entonces Magerit, ayudándose
de dos puñales que iba clavando entre los sillares de la Torre. Parece ser que
el Rey Alfonso, que tenía buena vista, dijo que parecía un gato y de ahí le
viene el sobrenombre de “gatos” a los madrileños.
Más prosaico, lo de
gatos es por la afición de los madrileños a comer pescado, lo cual ha hecho que
Madrid sea por volumen el primer puerto de España.
El Matritense
castizo
El
noctámbulo, nº 31 / 4ª Época / 26 de Agosto de 2.018
Cumpliendo la reglamentación
vigente, señalamos que el Propietario y Director de El
noctámbulo y de Posada Literaria es el señor don Luis Díaz Garrido, mayor de edad en exceso,
español. proisa@digimedia.es




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