viernes, 16 de febrero de 2018

El Noctámbulo nº 5 / 13.02.2018


El noctámbulo
Informativo amplio Edición diaria.  Hoy 13 de Febrero de 2.018    nº 5                       Precio: 1 real



BAGATELAS POLÍTICAS
FANTASMAS DEL RECUERDO
Por Inés España
Hay momentos en que tropiezo de nuevo con personas que en su día me interesaron.
Me abordan de forma imprevista y, en ese momento, detengo el reloj del tiempo, me siento y medito, llamando desesperadamente a recuerdos que o no vienen, o vienen deformados.
Esto me ha ocurrido con Carlos, el terrorista venezolano, prisionero y condenado en Francia.
En la edición digital de EL PERIODICO, un artículo de Mercedes Arancibia, me sacude el recuerdo
Me acerqué, hace muchos años, mediante mis entonces ávidas lecturas, a la personalidad de Chacal, sobrenombre adjudicado por no sé quién, a Ilich Ramírez Sánchez, “Carlos”


En la foto, que imagino actual, figura un hombre de sonrisa, ligeramente sardónica o cínica, venezolanamente vestido, con una especie de guayabera y un pañuelo anudado, con estilo, al cuello.

Con una faz sonrosada, producida por haber trasegado caldos y alcoholes en buena parte de su vida.
Es un hombre que acepta su destino y que prevé su futuro y cuál será el dictamen de los jueces que ahora, a sus 67 años, añaden una condena más, a su currículo.

Independientemente de los valores que su padre, millonario y marxista ortodoxo (lo cual suena a una contradicción de un hombre aburrido, tal vez, diletante), haya podido inculcarle, a él y a sus hermanos, y fijándonos en sus años de bohemia dorada en Londres y en los seminarios rusos, quedaría por conocer que le impulsó a ser el abogado de los palestinos y de los sirios. (Tal vez quería emular a su padre y actuar como un enfant terrible)

Lo cierto, es que esa sonrisa irónica no hace desvanecer el rostro de un asesino, con muchos cadáveres sobre sus elegantes ropas. Ni sirven para ocultar su condición las etiquetas que quieran ponerle como cruzado del antiimperialismo.

Llegué a la figura de Chacal a través de un libro y de una película. Indagué sobre su vida y sus acciones. Tuve la suerte de poder hablar, en Venezuela, con un familiar, (en el sentido romano de este calificativo) cuando su nombre surgió de forma inopinada, en la sobremesa en un restaurante vasco, situado en el espacio boscoso del Ávila, la montaña que protege a Caracas.

Otro día hablaremos de este restaurante, con la carta en vascuence e inglés y con la ikurriña presente.

Posiblemente Chacal no saldrá de su celda al aire de la libertad, lo mismo que sus víctimas nunca volverán a reír y a disfrutar de la vida.


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IMÁGENES DE UNA SOCIEDAD AGONIZANTE
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        Imagen de un Palau, convertido en recaudador de óbolos destinados a la cultura catalana y que terminaban en bolsillos particulares.

·         Imagen de un Parlamento, empeñado en convertirse en un circo, a la mayor gloria de los ávidos en ser portada de los medios.

·         Imagen de una lista interminable de mercaderes, del dinero ajeno, para su propio beneficio

·         Imagen de hombres malditos, airados y martirizadores de sus parejas.

·         Imagen del show continúo del hombre más poderoso del mundo, rodeado de su tribu.

·         Imagen de maestros seculares y clericales profanando, para siempre, la inocencia de tantos niños y adolescentes

·         Imagen escandalosa de futbolistas, sin ningún mérito intelectual, millonarios obscenos, en un país en el que se incrementa la pobreza, día a día y en cuál no hay apoyo a los científicos

·         Imagen, la peor de todas, de cadáveres de refugiados, ahogados, ante la indiferencia y pasividad de todos, en un Mar que antes era Nostrum y que ahora es fosa común, de nuestra civilización.


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TESTIMONIO DE VIDA
LA NIÑEZ PREOCUPADA

Por Juan Quintín

Mis recuerdos de niñez no son los de un patio sevillano, oliendo a naranjas.

Los míos son más obscuros, con una amalgama de colores y sabores por la aportación de la achicoria, las gachas con harina de San Antonio, el pan de higos, los boniatos y las castañas calientes, asadas con carbón vegetal de encinas.

Yo no pegaba cromos coloreados en álbumes cuidados, pero si cortaba cupones de la cartilla de racionamiento.

Mi primer contacto con la vida comercial y financiera la obtuve en la negociación con las señoras que, en la entrada de la estación de Metro de Antón Martín, vendían pan y tabaco de lo que entonces se llamaba estraperlo.
Había una que proclamaba:  “Lo tengo rubio, lo tengo negro”.

En aquellos tiempos, había canje de cupones de tabaco, ya que mi padre no fumaba, por cupones de alimentos.

Recuerdo la técnica depurada de mojar un huevo frito con la mínima expresión de pan.

Fueron años difíciles, continuación de los terribles años de la guerra.

No pueden ser recuerdos vividos, son recuerdos inducidos, ya que hablo de mis tres primeros años de vida, coincidentes con los años de guerra.

Recuerdos que  se asocian al hambre y al frio.

Mi padre, apolítico por excelencia, tuvo un carnet de la UGT, para que mi madre pudiese acudir a las interminables colas para alimentos.

Mi madre luchaba por la subsistencia de todos. Al empezar la guerra, en casa había una pequeña reserva de leche condensada y un par de botellas de vino dulce, el denominado vino generoso. Los botes de leche debidamente racionados fueron mi alimento en los primeros días. Después ni mi madre sabía de qué estaban hechas las papillas que me daba. Posteriormente, hablaba de que algunas eran de algarrobas.

Mi madre, acompañada de la muchacha que se quedó con nosotros durante toda la guerra, ya que no pudo reunirse con su familia, “residente” en la zona nacional, periódicamente iba andando desde nuestro domicilio, cercano a la Plaza Mayor de Madrid,  hasta el pueblo de San Sebastián de los Reyes.

Allí, en el pueblo, vivían unos lejanos primos de mi padre propietarios de un huerto, unas viñas y unos terruños de tierra de cereales. Creo que además eran arrendatarios de unos pequeños terrenos propiedad, tal vez por transmisiones hereditarias consecutivas, de mi padre.

Se portaron muy bien los primos del pueblo, de los que ya hablaré más adelante.

Mi madre regresaba con una arpillera que envolvía verduras y algunas frutas, con la ilusión de poder aportar algo a unos vacíos fogones, y con el temor de que en algún control de milicianos le confiscaran lo obtenido con tanto esfuerzo.

Al finalizar la guerra hubo un reparto de alimentos. Un vecino obtuvo unos garbanzos crudos y mientras volvía a su casa los fue comiendo, como un Pulgarcito actuando al revés.
Al llegar, bebió agua, se le debieron hinchar los garbanzos y murió

Tengo una imagen de aquellos primeros tiempos de posguerra.

Este sí es un recuerdo vivido, ya que nadie me lo pudo inducir:

Veo a mi abuela, en una mesa familiar con todos nosotros, bajo la luz cenital de una lámpara  circular de cristal, levantando una hogaza como una enorme hostia y consagrarla, bendiciendo a Dios, por el regalo del pan.




El noctámbulo, nº 5  13.02.18
Cumpliendo la reglamentación vigente, señalamos que el Propietario y Director de El noctámbulo y de  Posada Literaria es el señor don Luis Díaz Garrido, mayor de edad en exceso, español                                                                                                                                           proisa@digimedia.es









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